Un río de sangre de los mexicanos —llevamos más de cuarenta mil muertos cuestas desde el fraude electoral de 2006— no ha sido el resultado “necesario” de una supuesta “lucha” contra el crimen, como dicen magnánimamente mercenarios y traidores a la Patria nuestra, sino que es resultado directo de la ocupación imperialista que Estados Unidos mantiene sobre México, en donde ya no tiene sólo uno, sino los dos pies pisando nuestro suelo (véase. Himno nacional mexicano).
¿Acaso creen Uds. que son gratuitas las recientes y oportunistas “condecoraciones” que personajes del Régimen del Neoliberalismo —del ‘neoporfirismo’— mexicano, han recibido por parte de la potencia extranjera tales como Felipe Calderón, Genaro García Luna (a nombre del gobierno títere de Colombia) y la hoy procuradora Marisela Morales, premiada justo “antes” de ser designada como tal —por el ‘dedasou gringou’—, o también Agustín Carstens Carstens (candidato de EE.UU. a dirigir el Fondo Monetario Internacional)?
Estados Unidos sostiene “a hierro y fuego” la virtual dictadura neoliberal mexicana bajo la premisa de que México debe ser para ellos la instancia oportuna para “regular” —sin leyes ni obstáculos de ningún tipo— todos aquellos asuntos que ellos denominan “temas de la patria” (de la suya, desde luego) y “amenazas a la seguridad nacional” (ídem).
La política norteamericana es indudablemente clara: toda la sangre para México, y ninguna para Estados Unidos.
—Lo que se complementa con “todas las ganancias monetarias para nosotros y el costo es para los mexicanos”, y por esos términos tan favorables a ellos es que tanto Hillary Clinton como Janet Napolitano han sido muy obsequiosas en sus términos para con Felipe Calderón y nos siguen dando “palmaditas en la espalda” de apoyo para que sigamos (tan “bien”) como hasta ahora.
La verdad es que México no está nada bien, y lo que dice Ernesto Cordero (secretario de Hacienda) es una mentira total: el estado de criminalidad generalizada impuesto desde EE.UU. contra el Pueblo mexicano sí ha trastocado su patrimonio y las cadenas productivas de la gran mayoría de ciudadanos mexicanos de clases media y baja, por más que el Estado mexicano aduzca mantener “a flote” la “macroeconomía” gracias a la actividad de un puñado de monopolios (im)productivos, de los ramos de telecomunicaciones, construcción y alimentos, principalmente.
—Aducir genéricamente que “el mexicano” común de hoy tiene “renta media” y no es pobre, sólo porque se hace un “promedio” entre las ganancias de ‘Carlos Slim’ por una parte, y las de los ‘indígenas’ por otro (el todo y el nada), es un argumento falaz hasta un grado insultante, para con nuestra realidad socioeconómica.
La tragedia nacional que hoy vivimos como país es un producto de la mal llamada “guerra contra el Narco” (porque no es tal, sino guerra contra el Pueblo y a favor de EE.UU., con esta militarización del país) y también un resultado de la crisis capitalista mundial en que “las facturas” generadas por las malversaciones y los fraudes de las entidades financieras de Nueva York o Londres —los gobiernos de facto occidentales— como siempre no las pagan los detentadores del poder mundial, sino los subyugados del Tercer Mundo, que ya suma más de 100 millones de habitantes en pobreza extrema (pobreza alimentaria) sumados en tan solo 3 años, repartidos en países como México, los africanos, e incluso integrantes (quién sabe por cuánto tiempo) de la Unión Europea como Grecia y España.
El gobierno mexicano aborrece al líder ciudadano Javier Sicilia y al movimiento ciudadano nacionalista que encabeza, el Pacto nacional por la paz, y por eso lo manda “a golpear” a través de declaraciones y posturas públicas de sus satélites, y hasta de ‘promotores’ en distintos espacios y foros de opinión, porque él —a pesar de su reunión personal con Calderón— no transige con el discurso fascista oficial de referirse a los más de 40,000 mexicanos muertos en esta verdadera guerra contra el Pueblo como “criminales” en la alucinada situación de que “sólo se matan entre ellos”, porque las pruebas están con que en su gran mayoría son los débiles y desprotegidos ciudadanos honestos los que han caído entre las balas de todos los distintos cárteles en competición.
Javier Sicilia no mantiene su posición gratuitamente: el caso colombiano, instrumentado por Estados Unidos en las tierras sudamericanas, demuestra irrefutablemente que los muertos de “las guerras del narco” son, por ejemplo, en una significativa parte campesinos, quienes son desposeídos de sus tierras por los caciques locales que manejan el paramilitarismo regional.
—Paramilitarismo, armas y caciques como Álvaro Uribe Vélez son todas palabras temáticas interrelacionadas en la historia reciente de la Nación hermana de Colombia.
Qué bueno que Javier Sicilia y movimientos ciudadanos como MORENA no transijan con el falso discurso neo-fascista del gobierno, directamente instrumentado y decorado por Estados Unidos y Colombia respectivamente, porque la verdad del asunto es que aquí no tratamos con cárteles ordinarios de droga, cuyo objetivo principal ha sido siempre la máxima ganancia económica al menor costo humano, sino que tales grupos delincuenciales son ya hoy por hoy DE NATURALEZA PARAMILITAR, es decir, grupos con estrecha vinculación a las oligarquías dominantes, que ejercen la violencia directamente sobre el Pueblo con el fin principal del Poder, y poder político.
¿Qué acaso nos engañaremos pensando que el Narco espontáneamente cambió su anterior discreto comportamiento, que siempre estuvo en su mejor conveniencia, por el de grupos beligerantes de una manera espontánea y sin razón?
Ciertamente no, sino que los fenómenos delincuenciales y de genocidio contra el Pueblo atestiguados en países como Colombia, México, Honduras y otros lados, deben comprenderse más por el lado de las estructuras de gobierno, más que por el de la mera “delincuencia organizada” propia de grupos privados o de particulares.
Jamás habrá posibilidad de aceptar la premisa de una “guerra del Estado contra el crimen”, premisa del guioncito falaz de “los buenos contra los malos” publicitado por el totalitarismo gubernamental, cuando los componentes sustantivos de este macro-fenómeno delincuencial que está asolando países enteros son 2 fundamentalmente: el dinero y las armas.
—Las armas y el dinero. . .
Los productores de drogas no solían combatirse con violencia organizada, porque su único objetivo era la ganancia, como se apunta, y mantener una guerra no sería ganancia suya, en cambio la guerra que se pelea calle por calle sí da ganancias políticas de dominación generalizada muy concretas.
—La creación de las “narcodictaduras”, como lo vemos ahora, donde la democracia más básica, expresada en los procesos de ejercicios políticos de sufragio ciudadano, busca ser desterrada en nombre de “la seguridad de Estado” y otras peligrosas quimeras de realidad no imaginativa.
Es irrefutable que el trasfondo de las fábricas —literalmente hablando— que producen tanto el dinero como las armas es el mismo, el Imperio capitalista y sus subsidiarias.
Al tenor de lo dicho, concluyo diciendo que el nexo de estudio del “crimen organizado” que hoy abordamos no debe ser pensado como entre “comportamiento delincuencial y grupos criminales”, como lo plantean los estudios convencionales y “políticamente correctos”, sino entre “estructura internacional de poder y grupos criminales” donde los segundos son creación de la primera.
—El capitalismo padece estertores estructurales insufribles, y está luchando por poder sobrevivir en un mundo en transición, aún a costa de sangre y fuego. No obstante ocupación extranjera alguna, nuestros ideales ciudadanos permanecen los mismos que los de Bolívar, y seguiremos avanzando sobre ellos: Latinoamérica libre de las potencias imperialistas, independiente y unida para el progreso y la dignidad de nuestros Pueblos .
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