jueves, 9 de junio de 2011

Amplio muro de lamentaciones

La Caravana por la Paz con Justicia y Dignidad que encabeza Javier Sicilia, se está convirtiendo en un receptáculo de lamentos y quejas que hacen hervir la sangre por la constatación de que vivimos en un país donde la justicia es lo más lejano que hay en el horizonte. La impotencia y el coraje van de la mano en cada uno de los angustiosos relatos que se van desgranando en los mítines donde participan mujeres hermanadas por el dolor. Se trata de madres, esposas, hermanas que no creen en las palabras que salen de Los Pinos, pues una y otra vez han sido defraudadas. Son mujeres que consideran que México es actualmente la antesala del infierno.

Y lo es, a pesar del irracional optimismo de los miembros del gabinete, empezando por quien lo encabeza, Felipe Calderón Hinojosa, quien no cesa en su absurdo desparpajo al hablar de un país que sólo existe en su cabeza.

La caravana va dejando al descubierto el México real, ese que sufre cotidianamente la insensibilidad de “políticos” cuya vocación verdadera es acumular bienes y riquezas en el menor tiempo posible, quienes en su total falta de solidaridad con la nación insultan a la sociedad con sus desplantes principescos, con sus aires de aristócratas que miran por encima del hombro a los pelados.
En Durango, donde se han encontrado más fosas clandestinas que en ningún otro lado, Sicilia y sus acompañantes escucharon relatos que hicieron brotar lagrimas a los más duros, como el niño que se acercó al poeta para mostrarle el retrato de su padre que ya nunca volverá a ver. Y como señaló una madre enlutada de por vida, Calderón “tiene quien le proteja a sus hijos, pero nosotros, los jodidos, sólo tenemos a Dios”. Por eso el inquilino de Los Pinos ni suda ni se acongoja, pues vive protegido por un ejército de guaruras que cobran muy bien por sus servicios, al igual que sus secretarios, a cual más de soberbio y ajeno a los sufrimientos de los humildes.

Como viven en un México inexistente, como sólo se han dedicado a disfrutar de los privilegios del poder, ahora no quieren irse, se niegan a aceptar una realidad que cada día es más puntual: el rechazo de las mayorías a un desgobierno que sólo ha traído luto, angustia, marginación, desesperanza. Esto lo deben saber, al menos sus asesores, por eso no es descabellado pensar que Calderón puede llevar las cosas al extremo del caos para justificar la imposibilidad de realizar elecciones en el 2012, y así dar un golpe de Estado que le permita continuar en Los Pinos. Sólo así podrían los panistas mantener el poder, pues dos sexenios al frente del país han sido los más desastrosos de la historia en tiempos de paz.

Sin embargo, Calderón y sus secretarios siguen tercos en mostrar su desprecio por los ciudadanos, a quienes deben considerar menores de edad o retrasados mentales, como lo demuestran con sus declaraciones, a cual más de insultante a la poca o mucha inteligencia de los mexicanos. Así, lo único que consiguen es enojar aún más a la sociedad, pues quien vive en carne propia la realidad se da cuenta perfectamente de la falta de respeto que tienen Calderón y sus secretarios a la ciudadanía. ¿Qué caso tiene decir que “la economía está creciendo como no lo hacía en un buen tiempo”, que “cada vez más mexicanos tienen acceso a la salud, casa propia y más niños asisten a la escuela”? ¿Qué puede pensar quien sobrevive apenas con uno o dos salarios mínimos, cantidad que no le alcanza ni para comprar completa una canasta básica?

El colmo sería que Calderón se creyera sus patrañas, lo que no es descabellado, pues para eso tiene quien le haga información y encuestas que le permitan vivir absolutamente engañado, sin tener que andar mortificado todo el tiempo por tanto problema que un mandatario responsable tendría que enfrentar sin cortapisas. La realidad es que cada vez hay más empresarios que se van de México, ante la imposibilidad de trabajar sin angustias ni temores. Ciudad Juárez, por ejemplo, es una ciudad al borde de la quiebra, que ha ido perdiendo de manera acelerada su tranquilidad. Así hay decenas de urbes en el norte del país, cosa que cada día se constata a pesar de la complicidad de la televisión para ocultar la verdad.

Tan solo por el saldo del desgobierno de Calderón, es impensable un sexenio más de ultraderechistas ejerciendo el poder. El país se hundiría en la violencia más extrema, y lo que ahora está ocurriendo sería un juego de niños. Esto debieran sopesarlo empresarios, gente con capacidad de liderazgo, que tienen todavía el anhelo de seguir viviendo en México. Es urgente revertir el desorden y la inequidad que dejarán al país los dos sexenios del PAN y los tres de los tecnócratas del PRI. Sólo así será factible evitar el fatal desenlace que podría traer un “gobierno” terco en seguir humillando y ofendiendo a las clases mayoritarias, como sería el caso si llegara a aprobarse, por los legisladores derechistas de ambos partidos, la reforma laboral que dejaría en calidad de esclavos asalariados a los trabajadores. Todo tiene un límite en esta vida.

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