Socialmente contraproducente desde su imposición a finales de 1982, e inservible para mejorar el bienestar de los mexicanos, el modelo económico neoliberal cumplirá tres décadas de férrea aplicación justo en el momento en el que, el próximo primero de diciembre, la banda presidencial se coloque en el pecho del mandatario electo. Hasta ahora, de una u otra suerte, todos los candidatos –de dientes para afuera– han dicho que si ganan la rifa del tigre no aplicarán más de lo mismo, es decir, el esquema treintañero que ha destrozado el presente y el futuro de los habitantes de esta República de discursos. ¿Será?
Habrá que esperar el inminente arranque formal de la campaña electoral para conocer si en realidad dichos candidatos traen algo fresco, alternativas tangibles y creativas para salir del hoyo treintañero, toda vez que hasta ahora sólo se han escuchado repeticiones maquilladas y un costal de sandeces. Mientras eso sucede (si en realidad sucede, porque la perspectiva apunta hacia un aburrido bombardeo propagandístico y la sistemática repetición de ofertas fallidas), un grupo de analistas del Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN), del Tecnológico de Monterrey, campus estado de México, estructuró una serie de propuestas (Agenda mínima para México) que deberían considerar quienes tienen boleto para la citada rifa. Lo cierto es que el país no puede, ni aguanta, sumar otro sexenio perdido al inventario de las últimas tres décadas.
De tal análisis, el CIEN destaca que México debe alcanzar niveles superiores de desarrollo económico y social, pues éste resulta imperativo para recomponer el tejido de una sociedad que durante los últimos 30 años ha visto mermar su calidad de vida. En este periodo se ha gestado una generación perdida, hecho que no solamente es atribuible a la cancelación de oportunidades para cada vez más mexicanos, sino también porque la conducción política, económica y social del país carece de nuevas ideas y mecanismos de reacción ante desequilibrios tan lacerantes como el que representa los 28 millones de personas que están en incapacidad de alimentarse adecuadamente. La indolencia también es parte de la generación perdida, la insensibilidad manifiesta de los diversos gobiernos para atender eficazmente los problemas que aquejan a la nación refleja hasta qué punto la clase política se ha desvinculado de las necesidades sociales, aún de las más básicas. No obstante, también es relevante plantear que la propia sociedad ha dejado de interesarse en sí misma, la búsqueda del progreso individual ha terminado por sustituir a la solidaridad que debería normar parte de las acciones ciudadanas, dentro de las cuales se encuentra el evaluar objetivamente los resultados que el sector público obtiene mediante su política económica.
La primera muestra concreta de que los candidatos van por más de lo mismo es la composición de las listas plurinominales al Congreso. Llegarán quienes precisamente en esos 30 años hundieron al país, pero que ahora prometen que serán ellos quienes lo saquen a flote. Sobre el particular, los analistas del CIEN advierten que la falta de un vínculo real entre los partidos políticos y las necesidades que la población y las empresas tienen es el mejor ejemplo de ello: cuando los candidatos se han vuelto funcionarios públicos no han sido capaces de encontrar la fórmula adecuada para lograr que México comparta el crecimiento económico que durante las últimas décadas sí han disfrutado otros países del orbe. Paradójicamente la ineficacia alimenta la bolsa de promesas de quienes cada campaña política no reparan en indicar que están en capacidad de promover el cambio social y económico, pero que cuando son gobierno deben luchar mediáticamente para convencer a la población de sus logros y del por qué no se cumplieron las promesas de campaña, justificaciones que casi siempre voltean a ver hacia el exterior.
La realidad nos alcanza, y es por ello que debe establecerse un marco institucional adecuado, el cual debe partir de reconocer la agenda mínima a resolver, es decir, crear las condiciones legales y mecanismos adecuados para abordar lo urgente, al mismo tiempo que se establecen las bases para atender lo importante, es decir, impulsar el crecimiento económico estable y con contenido social o, lo que es lo mismo, desarrollo. Reconocer las prioridades sociales y económicas es fundamental, ya que sólo entonces se pueden reconstituir las instituciones con un sentido y estrategia que beneficien a la ciudadanía. Negar la realidad sólo conduce al inmovilismo, al letargo y al estancamiento, vía que ya ha demostrado no ser la adecuada. Seguir por este camino sólo llevaría a desaprovechar el enorme potencial con el que el país cuenta: recursos naturales, una infraestructura que si bien esta deteriorada es suficiente para impulsar una nueva etapa de crecimiento, riqueza que lo coloca en el decimocuarto lugar mundial y sobre todo con una población que tiene un acervo de capacidades que sistemáticamente han sido desaprovechadas durante las últimas décadas.
A quien finalmente le crucen la banda presidencial el primero de diciembre de 2012 deberá lograr la alimentación universal, entre otros elementos propuestos en la Agenda mínima para México. La evidencia de los rezagos e inseguridad muestran que es imposible avanzar en crecimiento y desarrollo en tanto no se solvente el problema más básico de la sociedad y de sustentabilidad para cualquier ser humano. Paralelamente, urge solucionar la precarización de empleo, pues el país ha caído en un círculo vicioso de buscar controlar la inflación, así como elevar la competitividad y productividad, con base en bajos costos salariales y minimización de las prestaciones sociales; naciones menos desarrollados están en dichas condiciones, pero la cuestión es que México debe converger hacia los niveles de bienestar de las naciones consideradas como desarrolladas. Lo inapropiado de dicha estrategia ha condenado a que el mercado interno no sea el motor de desarrollo que se requiere. Abatir la pobreza es un asunto prioritario. El 51.3 por ciento de los mexicanos se encontró en situación de pobreza por ingresos durante 2010, en 2011 la situación se exacerbó y la razón recayó en la mala situación del mercado laboral.
Aunado a lo anterior se requiere trabajar en pos de un gobierno austero pero eficaz, en la agenda del desarrollo industrial, atender las necesidades de la población más joven, una verdadera reforma educativa, estimular el financiamiento productivo e impulsar el desarrollo tecnológico, entre otros muchos pendientes.
Las rebanadas del pastel
En síntesis, menos discurso, más acción.
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